Vivir entre la música y el instituto
El número de alumnos que debe lidiar con instituto y escuela de música va en aumento, pese a la dificultad que supone entrar en un conservatorio desde una temprana edad.
Alcorcón, puerta del Sur, 24 de octubre de 2018. Entre los pasillos de árboles arropados por la sombra de los edificios, Elena Calvo de dieciséis años corre a su casa. Poco será el tiempo que dispondrá para comer, y aún menos repasar lo dado en clase. En su ligeramente desordenada habitación, su contrabajo descansa apoyado en la pared, esperando emocionado a las cinco para poder desperezarse y estirar las cuerdas.
Alberto Aguado nos cuenta: “Me agobio, en el instituto me piden cada vez más. A veces entro en el Conservatorio a las tres y media; después espero en la biblioteca a la siguiente. Acabo a las nueve de la noche a veces, y eso que voy todos los días.” Alberto tiene dieciséis años, toca el trombón y son cuatro años el tiempo que ha estado en este mundillo. A pesar de lo agotado que para algunos es, otros lo llevan bastante bien como Ana Blázquez: “Desde que entré lo he llevado muy bien y siempre he sacado buenas notas, tanto en el instituto como en el conservatorio. Los días para mí son normales porque mi vida ha sido siempre así, aunque admito que a veces es muy cansado cuando tienes que ir toda la tarde” Ana toca la flauta travesera y lleva nueve años estudiando música.
El número de alumnos que debe lidiar con instituto y escuela de música va en aumento, pese a la dificultad que supone entrar en un conservatorio desde una temprana edad. En el conservatorio de Móstoles Rodolfo Halffter en 2014 llegaron a 479 plazas las ocupadas por alumnos de centros escolares. Este número va en aumento. En 2017 creció el número de solicitantes aprobados sin plaza, que ingresaron en una extensa lista de espera. “Llevo 10 años y la verdad es que el tiempo pasa muy rápido, solo empiezas con cinco años”, nos comenta Joel Delgado, cuyo instrumento de aprendizaje es el saxofón.
En el IES Rayuela los alumnos con este tipo de inquietudes cada vez son más. Además de los estudiantes de conservatorio, tampoco faltan los autodidactas. Álex Pareja, de dieciséis años, por ejemplo, toca la guitarra y el ukelele. Después de un año dejó el conservatorio para estudiar por su cuenta: “Lo dejé porque creo que la música no debería estudiarse de esa manera, se debería sentir y disfrutar”.
Desde que entran de pequeños, estos músicos van conociendo a otros compañeros, creando un colectivo de iguales en la escuela de música, la cual se convierte en un refugio para ellos .“Es como una gran familia, conoces a gente y, aunque al empezar no te guste mucho, como me pasaba a mí, es posible que a medida que vayas creciendo te guste cada vez más”, nos cuenta Ana Blázquez, nuestra intérprete de flauta travesera. Esta opinión es compartida por la mayoría de los entrevistados; no obstante, la traviesa idea de dejar la escuela musical por los estudios tienta a algunos. “He llegado a plantearme el dejar la escuela de música por el agobio que me supone. Dejarlo aparcado un año y volver… Pero creo que si yo hubiese dejado el Conservatorio, no habría vuelto.” dice orgulloso de su decisión final Joel Delgado. Estos alumnos, como Joel, Ana y Alberto, sienten rápidamente que lo que más les gusta es la música y que quieren dedicarse a ello.“Es en lo que me siento más realizada” nos cuenta Elena Calvo con ojos soñadores. Otros como Juan Antonio Plaza tienen muy claro lo que van a hacer: “Me gustaría entrar en una banda del ejército, como mis profes” Estas esperanzas puestas en su futuro, en la enorme familia que van formando con sus compañeros y, sobre todo, su amor a la música les da fuerzas, para poder compaginar arte y vida estudiantil. De hecho, pese a las dificultades, los músicos recomiendan ambas a aquellos quienes les apasione. “Se lo sugeriría a alguien que se lo tomara en serio. No hay marcha atrás: los instrumentos cuestan dinero y no puedes decir que no. Lo recomiendo ya que conoces a gente, estás en agrupaciones y te acaba fascinando”comenta Alberto Aguado.
Otras opiniones como la de Joel Delgado, por ejemplo, recalcan cómo estudiar música te cambia como persona y moldea tu personalidad “Sí que lo recomendaría, porque aunque a mí al principio me obligaron, mi pensamiento cambió: le vas pillando el gusto, lo ves de un modo distinto, mucho más abierto. Estás en tu propio mundo componiendo, creando melodías o te refugias cuando estás triste. De las personas que he conocido que son apasionadas, sensibles y fuertes, la mayoría son músicos. Es algo que solo la música te ofrece.”
Las cinco menos veinte, Elena recoge sus cosas, bufa fastidiada, no le ha dado tiempo a repasar todo lo que le habría gustado, calcula rápidamente a la hora a la que volverá y cuánto tiempo le quedará. Ese sentimiento de estrés que tanto conoce presiona su cabeza de una manera más que agobiante. Mira su contrabajo, sonríe. Al final sabe que se lo pasará mejor con su instrumento, estudiando lo que le gusta y que ese estrés se irá en cuanto pise el suelo de baldosas de su conservatorio, al oír las voces de sus compañeros y tocar con ellos. Además, no le va a quitar la ilusión a su pobre contrabajo, el cual parece devolverle la sonrisa.
Rita Diana Cubero