Un futuro mejor, tal vez utópico…

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Le pedimos a nuestros alumnos que imaginen utopías posibles tras el covid-19. Aquí va una breve muestra.

Actualmente estamos viviendo una situación inesperada: una pandemia. El presente en el que nos encontramos está siendo catastrófico: muchos contagios, muertes, familias destrozadas, desempleo, crisis. Ante este panorama lo primero que nos podemos imaginar es un futuro devastador pero, ¿Y si no lo fuese?, ¿Te imaginas una posible utopía? Una utopía es un proyecto que nos puede proporcionar un mundo mejor con una sociedad ideal donde convivir en un Estado de bienestar. Aunque creamos que la utopía es prácticamente imposible de alcanzar, estará en nuestras manos poder llegar hasta ella.

A lo largo de la historia podemos encontrar varios ejemplos de utopías. Una de las más antiguas se da en la Grecia clásica, con Platón. Su reflexión queda reflejada en su libro de filosofía más importante por su contenido utópico: La República. Platón formula su pensamiento político y sus ideas en torno a cómo debería funcionar una sociedad para alcanzar la perfección. En ella, la sociedad estaría dividida en tres clases asignadas por sus competencias y habilidades: la clase política, la clase militar y la clase de productores. Así, el buen funcionamiento y gestión de esas clases aseguraría una sociedad perfecta y pacífica. En los siglos XVI y XVII  también se escribieron varias utopías: Tomás Moro, Campanella, Bacon… todos estos autores escribieron desde una radical fe en el hombre, que les hizo creer que algo distinto era posible. Además podemos encontrar utopías más modernas, como el socialismo utópico, cuyo inicio se sitúa en la fundación de la Liga de los Comunistas en 1847. Se basa en una sociedad cooperativa y autogestionada. A través del apoyo mutuo, el trabajo colectivo y la decisión asamblearia se lograría el funcionamiento óptimo de la sociedad. Este pensamiento moderno hizo que la utopía emergiera como el sueño de que una sociedad mejor y más justa era posible, como el anhelo de no esperar hasta la muerte para encontrar el paraíso, sino de traerlo hasta la tierra. Marx es quizá el pensador que mejor enlaza ambos momentos en su sistema: su utopía comunista sólo llegaría con la revolución, con el alzamiento del proletariado. El siglo XIX es el siglo de las revoluciones y, con ello, también de las utopías. Ese fantasma que, según afirma Marx en su Manifiesto, recorría toda Europa, no sólo era el fantasma del comunismo, sino también el de la utopía, el de la esperanza.

Hoy en día en nuestro país, la gran mayoría considera que establecer una utopía es algo irrealizable ya que es difícil llegar a un punto donde todo el mundo conviva en armonía.Sin embargo, hay un fundamento imprescindible de donde podemos partir para intentar desarrollar este sistema tan favorable para todos: la educación. Es necesario demandar una sociedad  con un nivel de carácter cultural, ético e intelectual, pues estos tres ejes representan las bases sobre las cuáles debe sentarse cualquier desarrollo.Si una sociedad está sujeta a la ignorancia nunca progresará ni se dará cuenta de los errores que comete. Por esta razón es indispensable fomentar nuevos métodos pedagógicos para poder potenciar aquellos valores fundamentales que no todo el mundo tiene en cuenta. Por ello resulta complicado respetarse los unos a los otros en la sociedad.

Otro asunto que cabe destacar es la política. Un aspecto importante para el desarrollo de una utopía es que la política en general no provoque tanto malestar en la ciudadanía. Muchos políticos no muestran una total transparencia en muchas de sus acciones y esto causa cierta rivalidad entre la sociedad. Por tanto, si los ciudadanos se enfrentan entre sí es una causa negativa para impulsar la utopía. Por ello los políticos deben de tomar conciencia, ser más honestos y cooperar más entre ellos aunque tengan distintas posiciones políticas. De esta forma se conseguiría que pudiésemos acercarnos a una sociedad más utópica.

En conclusión, aunque creamos que nunca podremos lograr una utopía no debemos rehuir de esta idea. Nadie se esperaba una pandemia y ahora mismo nos encontramos encerrados en nuestros hogares. Es verdad que una Estado utópico no va a llegar de forma repentina pero sí podemos empezar a mejorar y desarrollar diversos temas como es la educación y determinados aspectos políticos. De esta forma podríamos alcanzar una sociedad mejor y aproximarnos a lo que podría ser una futura utopía.

María Sánchez Blázquez, B2B


¿Qué sociedad nos espera después de esta epidemia? Quizá una sociedad en la que seamos más solidarios entre nosotros (y no solo en momentos de crisis) o en la que se le dé el reconocimiento que merecen los médicos, enfermeros y celadores, que están haciendo todo lo posible para salir adelante, demostrando así su indudable importancia en nuestra sociedad, la cual no siempre está reconocida. Eso no lo podremos saber hasta que llegue dicho momento. Mientras tanto, podemos soñar con esa sociedad idílica, perfecta, justa que podríamos encontrar después de esta pandemia… Ese proyecto ideal de sociedad el cual es difícil que suceda… Una, una utopía.

La idea de alcanzar la utopía humana ha existido durante miles de años, y tenemos numerosos ejemplos de propuestas para lograr la sociedad perfecta, aunque muchos de estos han fracasado. En Occidente, el primer modelo de sociedad utópica fue imaginado por Platón. En La República, describe cómo sería el Estado ideal, tras su descontento con la democracia ateniense. Según Platón, el Estado perfecto estaría formado por tres clases sociales: los gobernantes, los guardias y los productores, educados para desempeñar las funciones de su grupo: sabiduría para los gobernantes (filósofos), coraje para los guardias, y apetencia para los productores. Así, cada clase cumpliría con su cometido, lo que daría resultando sería una sociedad justa. No remontándonos tan atrás, encontramos el socialismo utópico como otro ejemplo, en el siglo XIX. La industrialización abonó el terreno del descontento y la crítica, así como el deseo de sociedades mejores, más humanas y justas. Charles Fourier o , Robert Owen … tenían en común un interés por transformar la precaria situación del proletariado de ese momento. Para ello, propusieron reformas para que el trabajo no fuera una carga alienante y en el que todos tuviesen las mismas posibilidades de auto-realizarse.  

Estos ejemplos de ideas de comunidades igualitarias en ocasiones fueron copiadas en la realidad, pero muchas tuvieron poca repercusión y no llegaron a triunfar. Ambas eran intentos de sociedades ideales introducidos a través de modelos políticos. La política es un gran instrumento con poder de cambiar la sociedad si se utilizan las herramientas adecuadas, ya que los cambios políticos suelen generar cambios sociales principalmente, pero centrándonos en esa sociedad idílica y justa que buscan las utopías, en beneficio de los ciudadanos. Aplicando esos ideales utópicos a la situación que estamos viviendo actualmente, podríamos considerar utopía un país libre de la enfermedad, en donde los ciudadanos pudiesen continuar con sus rutinas y trabajos. Lo consideramos utopía ya que sería la situación social ideal, pero que, al menos momentáneamente, la vemos muy lejana.

Actualmente, la gente no puede abandonar sus casas, salvo que no sean trabajadores esenciales. Pero ¿qué hay de aquellas familias que no tienen ningún recurso económico ahora, y tienen que seguir comiendo, pagando luz, agua, impuestos…? Por eso, els Estado, ante esta situación atípica, debería de arropar a aquellos ciudadanos más vulnerables, y no dejar de lado a ninguno, asegurando así unos mínimos para poder vivir. Y esto no solo son problemas que afectan a adultos. Miles de estudiantes no tienen los recursos suficientes para seguir adelante con el curso, ya sea por carecer de conexión a Internet, un ordenador… Las condiciones, para poder estudiar, nos obligan a tener todo esto. Por ello, el Estado debería de encargarse de proveer routers, ordenadores…, es decir, el material necesario para continuar con los estudios, y no que un alumno, por falta de recursos no pueda continuar el curso.

En conclusión, el Estado, mediante una gran inversión económica, podría solventar parte de los problemas causados por esta pandemia, para así garantizar el bienestar de todos los ciudadanos, que, en momentos como este, es difícil de mantener y no está en nuestra mano. Además, un añadido a estas preocupaciones, y que no está en la mano del Estado el poder solventarlo, es la ansiedad, miedo y la incertidumbre que inevitablemente sentimos ante todo lo que sucede. Eso no hay utopía que lo salve, salvo el fin de la pandemia. 

Andrea Jiménez Susmozas, B2B

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